diciembre 04, 2010

Historia de un pianito ambulante o "titilimundi"

Este humilde pariente de pianos y órganos conoció su momento de auge en América Latina entre las décadas finales del siglo XIX y las iniciales del XX. Hasta hace muy pocos años, se le podía ver aún en calles y plazas de nuestras ciudades, y tal vez algunos sigan resistiendo en provincias.
Mayormente los traían aventureros italianos que llegaban a hacer la América recorriendo sus calles al son de estos pequeños y sonoros artefactos que funcionaban accionados por una manivela. En el Perú su presencia se hizo parte del paisaje sonoro de las ciudades y pueblos, no sólo en tiempo de fiesta o de espectáculos circenses, sino en la vida cotidiana, cuando sus dueños los paseaban por las calles y atendían solicitudes a cambio de algunas monedas.
Poco a poco los italianos fueron cumpliendo su ciclo y yéndose, y humildes parroquianos locales lo adoptaron como medio de vida. Algunos se acompañaban con un simpático monito para hacer gracias y llamar la atención de los clientes (de ahí el dicho "por la plata baila el mono") o con una cotorrita que repartía papelitos de la buena suerte. Tocaban melodías del repertorio internacional en boga, pero también acompañaban géneros populares locales, como valses, tonderos y marineras (en el norte, junto al arpa y el cajón). El sonido de los pianitos u organillos ambulantes era sencillo, popular, sonaba así aún cuando tocara tangos, foxtrot, sones de ópera o valses vieneses, y no era considerado propiamente un instrumento, sino una alternativa disponible a falta de mejores recursos para animar el momento.
Su recuerdo es aún latente en las ciudades y pueblos de la costa norte, sin embargo, en Lima y en ciudades del sur también ha tenido presencia notoria. Por ejemplo, para el caso de Lima, Eudocio Carrera Vergara recuerda en su libro La Lima criolla de 1900 (1954, p. 70): "los pobretones o de medio pelo, aunque con piano en casa, si no contaban con recursos o algún amigo tocador aficionado, tenían que conformarse a bailar a los sones del pianito ambulante salvo cuando caía, como se ha dicho, uno de nuestros músicos..."
Para el caso de Arequipa, citamos a Salomón Olivares (que firmaba como Olivares del Huerto), quien describe en su cuento Hay fiesta en el suburbio (Cuentos Lonccos. Libro folkórico arequipeño. Arequipa, 1949), un tarde de fiesta en una chichería de Arequipa: "La chicha embriagadora baila pampeñas en los cerebros de los lonccos y de los ccalas. En un rincón de la ramada, un individuo traposo (alias) el Pájaro Verde, da vueltas al manubrio de un pianito ambulante, el instrumento típico que toca tonadillas bailables. Comienzan las marineras..."
//marcela cornejo



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Fuente:
A golpe de arpa. Folklore lambayecano de humorismo y costumbres
Augusto D. León Barandiaran y Rómulo Paredes
Lima, 1934, pp. 77-80
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Pianitos ambulantes

Don Antonio Scarpatti, tiene derecho a figurar en esta Antología, puesto que pasó su juventud, su virilidad y su vejez en nuestro pueblo, y en él tomo la chicha de Chiclayo y la algarrobina de Motupe, amén de la leche de vaca y del piqueo de "bonito". Podemos, pues, catalogarlo entre la categoría de los criollos.

Además, debe figurar en esta obra, porque ha sido quien introdujo aquellos célebres instrumentos de música popular, denominados "pianitos ambulantes", con los cuales se han hecho tantas conquistas, se han celebrado tantos “santos" y se han bailado tantas marineras.

Tenía don Antonio Scarpatti, su depósito de pianitos, en la calle del Teatro, los cuales sacaban los muchachos, alquilándolos por horas. En un cartón se encontraba el reglamento, que consistía en un pedazo de papel de "despacho" y que decía exacta, textual y literalmente, lo siguiente, según nos asegura Vicente Rázuri:

"Reglamento que se "debeba lere prima" de "sacare" lo pianito que "ninguno" muchacho puede tenerlo "afora" "despus" de la "unce" sin que dando las "unces estarano" a la casa y el que no llega pagara por su cuenta y riesgo de su "bolsico" la manizuela "lo muchacho lo pianito" o se lo quita".

Pero como parece que el negocio se iba a pique, don Antonio Scarpatti, para darle mayor amplitud, facilitando a sus clientes, los muchachos, que dejaran en el mostrador los "gordos" que los padres y padrinos les daban como "domingos" o propinas; y al efecto, estableció el sistema de abonos semanales, pensando que como estos "eran cohetes de otro mayordomo" la cosa mejoraría, bajo el siguiente decreto-ley, que dice, ni mas ni menos, lo siguiente:

"Aqui se vendutto abono seminale para lo que usan piano todo los giorno''
En honor a la verdad y a los pianitos ambulantes, nos vemos obligados a hacer una rectificación, que consiste en declarar, que el genuino y verdadero introductor de los pianitos ambulantes, en Chiclayo, fue un gringo, allá por los años de 1865 a 1870, pianito al cual se le daba el nombre de "titilimundi" y con cuyo negocio fracaso don Paulino Vera, "el molinero", asunto que tratamos en seguida, con versos de Juyupe.

Jose L. Barandiaran le preguntaba a su hermano Roberto, refiriéndose a la educación que pensaba darle a uno de sus hijos, diciéndole:

- Y a Félix, ¿qué le gusta?.
- Prosa, respondió el padre. Eso es lo que le gusta.

A nosotros también nos gusta la prosa, y por eso escribimos la anterior historia de los pianitos ambulantes, negocio que explotó, por mucho tiempo en Chiclayo, don Antonio Scarpatti; pero como no nos satisfaciera, nos pusimos a indagar sobre el primer pianito ambulante que llegó a nuestro Departamento, aunque para nosotros, los pianitos de don Antonio Scarpatti desempeñaban su misión a las mil maravillas, y muchas veces hemos recorrido las calles de nuestras ciudades, escoltando a los pianitos ambulantes, nos hemos detenido horas de horas, viendo cómo se le daba vuelta a la manizuela y hasta hemos bailado "un serrucho", a los acordes de esa música alegre y movida.

Era una novedad la música de los pianitos ambulantes, con mayor razón si se tiene en cuenta que don Antonio tenia tan buen oído, que tonada que escuchaba en la calle, en el Teatro, en los bailes, en las casas particulares o en las jaranas y cuya música fuera nueva o estuviera de moda, aunque el la oyera a lo lejos, inmediatamente la ponía en los pianitos ambulantes, bastándole con colocar una serie de clavitos en un cilindro, el cual, al girar hacia oír la música deseada. Por los años de 1865 a 1870 llegó a Chiclayo el primer pianito ambulante, metiendo, como es natural, una novedad y produciendo una verdadera algazara, entre las gentes del pueblo. Su dueño era un italiano, que alquiló una tienda en la calle Siete de Enero, de propiedad de la señora Maria Perales, y que ahora esta signada con el numero 623.

El italiano no se alcanzaba para atender a las múltiples llamadas que le hacian, a pesar de que su tarifa era alta, ya que cobraba un peso, por hora, cuando lo llamaban a tocar en casas particulares, y en la calle, un real, por tonada.

El aparato, que se llamaba, no pianito ambulante, sino "titilimundi", estaba constituido por fuelles y cornetas, teniendo en el centre un espacio vacío, defendido por lunas, donde daba vueltas un carrousel, en miniatura, con figuritas, todo lo cual enloquecía a viejos y muchachos, porque no entendían, ni se daban cuenta cómo es que podían moverse las figuritas y sonar los cornetines. Esa especie de carrousel fue reemplazado después -hasta ahora existen- por figuras de los mas variados motivos y tamaños, desde la de Garibaldi, hasta la de Bolognesi.

Uno de los negocios mas "validos" de esos tiempos fue el "titilimundi" del gringo, pues estaba en todos los "santos", "cortamientos de pelos y de uñas", jaranas, fiestas, "pozas", serenatas y tertulias, trabajando desde las ocho de la mañana hasta las diez y doce de la noche, recorriendo todo Chiclayo. Con tan productivo negocio, al poco tiempo, el gringo consiguió reunir 3.650, pesos de 48 peniques, pesos que pesaban exactamente lo que valían, porque no habían depreciaciones, inflaciones, encajes, respaldos, ni cosas semejantes, como ahora, que son martingalas que han inventado los gringos para limpiarnos los bolsillos, sosteniendo que son cuestiones de altos estudios económicos y de elevadas finanzas, con lo cual ni resuelven el problema, ni aumentan el sancochado.

Todo Chiclayo estaba contento con el gringo y su aparato, elementos ambos que se hicieron conocidos, célebres y queridos, convirtiéndose en una necesidad pública; aunque el único descontento era el "cabezón Juyupe", ya que a su industria, de tocador de vihuela y de cantor popular le había hecho mella el gringo y su "titilimundi", cercenándole algunos pesos, por lo cual el vivía siempre renegando de sus paisanos, que preferían al gringo y a su aparato, en lugar de contratarle a él y a sus improvisaciones.

Deseando el gringo, abandonar Chiclayo e irse a su tierra, puso en venta el "titilimundi" y uno de los que mas interés tuvo fue don Paulino Vera, hombre honrado y trabajador, quien hizo el negocio, entregando 500 pesos y esperando un chorro de los mismos, pues tenía gran entusiasmo y fe en su nuevo negocio.

Tenía, don Paulino, un molino de jora, que se llamaba "Malacate", el cual puso en manos de su hijo mayor, llamado Ramón, considerando al molino como un negocio secundario. Llegado que fue el primer domingo, salió por las calles de Chiclayo, tras el "titilimundi", que portaba un zambo fornido de Patazca, haciendo su primera exhibición en una esquina del lado sur de la Verónica.

Como hacían varios días que no sonaba el "titilimundi", salio de una de las casas cercanas una cholita, a toda carrera, a llamar al gringo; pero al encontrarse con otra persona, regreso a su casa, y le dice a su madre:

- Mamita, no es el gringo. Es Don Paulino, el molinero.
- No mientas chola.
- Si, mamá,
- Jura, china.
- Por Dios, mamá. Y la madre, con la seguridad del juramento, salio a la puerta de calle, y casi en las barbas de don Paulino, lanzo una sonora carcajada, a la par que decía:

- jAdio! No moje, don Paulino, "pa" que se mete en las cosas de los gringos.

Nuestro hombre recorrió toda esa calle y todas las de Chiclayo, y por todas partes no oía sino estas voces:

- ¡Adio!, ¡Gua!. "Pa" que se mete, don Paulino, en las cosas de los gringos.

A las cinco de la tarde, don Paulino, regresó a su casa sin haber ganado un solo real y con la perspectiva de haber entrado en el peor de los negocios, pues sus amigos y todo el pueblo no le veían dedos para organista.

Con la derrota de don Paulino, el "cabezón Juyupe" reacciono y su industria volvió a hacerse floreciente, comenzando, el poeta, por tomarle el pelo a don Paulino, xplotando las ideas del pueblo, asi:

¿Quien le dijo a don Paulino,
tan cumplido molinero,
que es lo mismo su molino
que el piano del extranjero?

Del tiempo del Rey Pepino,
para nadie es un arcano
que desprecian a un peruano,
por negociar con un chino.

El piano del italiano,
se ha convertido en cochino,
pues suena como rnarrano,
en manos de don Paulino.

Siga el amigo Paulino,
si su razón no se tupe,
atendiendo a su molino,
por consejo de "Juyupe”

Estas y otras versadas dieron en tierra con el negocio de don Paulino, quien no consiguió un solo peso, y si una buena cantidad de callos en los pies. Luego el "titilimundi" se esfuma y reaparece arrumado, en casa de don Alfredo Solf, en el año de 1884, habiendo tenido que darle alojamiento, en su cuarto el "ñato" Jose Manuel Bernal y Muro.

Después, las ratas deben haber dado cuenta de él, como el pueblo de Chiclayo dió cuenta de la quiebra de don Paulino, solo por no ser extranjero y por haberse metido en cosas de gringos...


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Video

Huaquero - marinera lambayecana acompañada con pianito
Los Mochicas
subido por : Wilmer Puyen



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Enlaces


Pianito ambulante - Abelardo Gamarra
Semana de Morropón en 1957 (piano ambulante de Nico Díaz)
Melancolía cilindrera (México)
Organillero de Cerro Alegre (Valparaíso, Chile)
Organillo (Guatemala)
Quelentaro ...en un esquina del tiempo muele penas el organillo/ solo los niños entienden el lenguaje del molino/ el corazón de la caja tiene el fuelle florecido/ solo los niños escuchan lo que calla el organillo... (España)